Ciudad Real

Huelga General por Palestina del 27S – Lectura del Manifiesto de CNT

Para sobrevivir, el capitalismo necesita del colonialismo, el imperialismo y el militarismo; esa era la conclusión de Rosa Luxemburgo hace más de un siglo. Y como se expone en La exportación más letal de EE.UU.: la democracia, la historia le ha dado la razón.

Hagamos memoria. Durante la Primera Guerra Mundial, el Reino Unido promete a los arabe-palestinos su reconocimiento en un Estado independiente a cambio de su ayuda militar, y estos acceden, saliendo victoriosos. En paralelo, se establece un acuerdo entre Reino Unido y Francia repartiéndose Oriente Próximo, ignorando el compromiso anterior. Para más inri, el Reino Unido declara el proyecto político-sionista del etnoestado colonial moderno de Israel en 1917, que nada tiene que ver con el Israel bíblico.

La revuelta árabe de Palestina de 1936 hace evidente la incompatibilidad entre estas promesas, como reconoce entonces el Reino Unido, recomendando la partición en dos Estados. El sionista revisionista Jabotinski es aún más claro ya en 1923: el proyecto de Israel necesita para su realización del desplazamiento violento de la población local.

Para lidiar con esta cruda realidad, se viene instrumentalizando a la arqueología ya desde 1917 en pos de dar legitimidad religiosa y cultural a los avances militares del nuevo Israel, borrando por el camino el patrimonio palestino. Un dato: la Autoridad de Antigüedades de Israel se funda por el general israelí Amir Drori; los paralelismo con el nazismo o el racismo científico se hacen evidentes.

Nazismo que aceleró el éxodo judío hacía Palestina ante la negativa de países como EEUU a aceptar refugiades, haciendo aun más insostenible la situación. En 1947 la ONU retoma la propuesta de los dos Estados, pero la población árabe rechaza esta legitimación de Israel. Las tensiones escalan, la guerra estalla, y se sucede la Nakba; un desplazamiento forzoso que debía ser temporal: muches aún guardan las llaves de sus casas como símbolo de resistencia.

Es importante recalcarlo: el centenario antijudaísmo occidental es el culpable de que parte de la población judía, desamparada, haya decidido construir un Estado-refugio genocidio mediante. Esa es la tremenda ironía del apoyo occidental a Israel, apoyo que nos intentan vender como solidaridad con el pueblo judío, cuando hoy, como en 1938, nos están diciendo: «judíos sí, pero fuera de mi país». Porque el imperialismo capitalista es también inseparable del racismo, porque nuestra lucha debe ser internacional e interseccional. «No en nuestro nombre», gritan desde 1938 los judío-palestinos que abogan por un sionismo puramente religioso. “No en nuestro nombre”, gritan desde 2004 ex-militares israelís ante las atrocidades cometidas.

Tras la Nakba, Palestina queda bajo control de Egipto y Jordania. La falta de autonomía política y la desigualdad socio-económica llevan a la fundación de Fatah (Movimiento Nacional de Liberación de Palestina, de corte político-militar) en 1959, y, bajo el patrocinio de la Liga Árabe, la similar coalición OLP en 1964. Por su parte, en 1967, Israel, no contento con los territorios que le reconoce la ONU, decide ocupar militarmente Palestina, Siria y el monte Sinaí, recibiendo el apoyo abierto de EEUU, por su interés geopolítico en la región, durante el contraataque de Egipto de 1973. Tras una traición de Jordania, la OLP comienza a operar desde el Líbano, que Israel invadiría ya en 1978 y 1982 como respuesta. Por su parte, en 1979 Egipto hace las paces con Israel para recuperar el monte Sinaí, desentendiéndose de la Gaza que antes administraba. Como puede verse, la historia de Palestina es una de traiciones y resistencia.

La frustración palestina se hace palpable en la Primera Intifada de 1987, también conocida como la revuelta de las piedras, durante la que se funda la organización político-militar Hamás; hoy sabemos que Netanyahu permitió su financiación, como esperando su golpe para poder responder a él sin piedad. Tratando de calmar la situación, se firman los acuerdos de Oslo de 1993, que son incumplidos sistemáticamente por Israel en, por ejemplo, la Masacre de Qana de 1996 o la murificación israelí de Gaza en 1996 y la de Cisjordania en 2003, denunciada por la Corte Internacional de Justicia en 2004. Ante la inoperatividad de una nueva cumbre de Paz en el 2000, se da una Segunda Intifada. 

Las diferencias estratégicas entre los partidos mayoritarios en las elecciones parlamentarias palestinas de 2006, Fatah y Hamás, llevan a un conflicto armado que desemboca en la toma de Gaza de 2007 por parte de Hamás. Como respuesta inmediata, Israel inicia un sitio/bloqueo de Gaza, convirtiéndola de facto en una cárcel a cielo abierto a modo de castigo colectivo, cometiendo crimen de guerra.

Desde entonces, Israel ha bombardeado  periódica y  sádicamente la zona. Un dato: en 2014 circularon  imágenes de civiles israelíes en sillas de playa observando los ataques aéreos como si de un espectáculo de fuegos artificiales se tratara. 

Decir que el genocidio en curso es una respuesta de autodefensa legítima de Israel al 7 de octubre es ignorar esta historia. Decir que Palestina no tiene derecho a la respuesta armada es ignorar la resolución de la Asamblea General de la ONU de 1982 al derecho de autodeterminación.

Y no solo es Gaza: la Cisjordania de Fatah se encuentra en un estado de apartheid y limpieza étnica impuesto por Israel.

Khalidi, en Palestina, cien años de resistencia, es claro. No podemos seguir así. Se hace necesario que el pueblo diga basta para que los gobiernos y las empresas escuchen. Este genocidio no lo haréis en nuestro nombre. No en mí nombre.

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